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jueves, 22 de marzo de 2018

Channel Zero: Butcher´s Block (2018). Los caníbales de al lado


La última temporada de Channel Zero ha llegado con algunas diferencias: la tercera entrega se ha adelantado varios meses, frente a su emisión anterior durante octubre. Y pese a seguir basándose cada vez en distintos creepypastas, esta ha sido la versión más libre que ha podido verse hasta ahora.

 
No hay mucho en común con Search and Rescue, la pieza donde un empleado forestal narra sus experiencias en el área donde trabaja: desapariciones imposibles, rumores sobre criaturas extrañas, e incluso unas escaleras que conducen a ninguna parte son parte de su rutina diaria. Una fuente de la que Butcher´s Block únicamente ha tomado un par de cosas: la desaparición de niños, esta vez en un entorno urbano, y la presencia de esas mismas escaleras, surgidas de ninguna parte, situadas esta vez en un parque abandonado en la parte más deteriorada de una ciudad cualquiera. Es ahí donde llegan dos hermanas, Zoe y Alice, para comenzar una nueva vida. La primera, como asistente social en un barrio conocido como El bloque del Carnicero, una zona deprimida desde hace décadas tras el cierre de Cárnicas Peach, la industria local, y a la que la policía, ni hace demasiado caso, ni prefiere acercarse una vez anochece. La segunda, lucha como puede contra su adicciones y  al temor a una enfermedad mental hereditaria.  Ninguna parece preparada para soportar lo que esconde El Bloque del Carnicero: desapariciones ocultadas por la policía, la ausencia de la familia Peach, sobre los que pesa una leyenda negra y que parecen estar vivos, bien, moviéndose a sus anchas por una dimensión paralela y…un momento ¿Eso que se mueve por el parque es un enano de aspecto monstruoso? No me extraña que nadie quiera vivir en ese barrio.


Estos seis episodios han sido probablemente los que han contado con un componente más sangriento, pese a no parecer que les hayan subido el presupuesto. Para la serie, con las bases ya asentadas, esta falta de medios parece sentarle muy bien: la calidad de imagen poco saturada, el recurrir a exteriores con muy pocos figurantes y unos efectos especiales digitales, normalitos en el peor de los casos, y muy escasos en el mejor, van muy acorde con el estilo breve y el “puede ser o tal vez no” de los creepypastas. Aunque esta vez, comparado con las anteriores, han tirado la casa por la ventana en lo que a efectos se refiere: el argumento tira mucho más hacia el gore, pero también hacia el horror cósmico, por lo que no se escatiman disparos, degüellos, unos cuantos planos de tripas y sobre todo, mucho chroma (o, bueno, su alternativa infográfica) para recrear pasillos interminables y entradas a otras dimensiones. Ha sido la temporada con mayor componente visual de las tres, lo que, en una serie con tantas limitaciones, hace que su atmósfera resulte más extraña: al público tendrá que gustarle mucho esa mezcla de inventiva y efectos limitados, aunque de nuevo, con tres temporadas y una premisa tan concreta, los que se hayan quedado a verla habrán quedado satisfechos en este aspecto.


La  historia, creada casi desde cero, también es una mezcla de influencias y temas. O más bien, han metido en la batidora el horror físico de Clive Barker, las referencias a su relato Lo prohibido y a Candyman, a David Cronenberg y como todavía les quedaba sitio, el horror cósmico de H. P. Lovecraft e incluso un par de referencias a Alicia y A través del espejo. Esta última, quizá la más curiosa y a base de guiños: uno de los personajes se llama Alice, pasa hacia otro lado, y mantiene alguna conversación con un secundario que se comunica mediante adivinanzas. El batiburrillo parece un poco inesperado, aunque consigue mantener bien el equilibrio entre dos tramas muy distintas: el terror más realista, mediante el escenario compuesto por la parte más deprimida de una ciudad y la enfermedad mental que pesa sobre las protagonistas, y el sobrenatural, encarnado por  una familia de caníbales que, además de ofrecer una completa parodia del entorno idílico de los cincuenta, están muy bien dibujados para el poco tiempo que pueden tener cada uno en pantalla. Si ver a Rutger Hauer como patriarca de la familia es un lujo, también es divertidísimo la interpretación que ofrece uno de sus hijos mayores, encarnando a la versión más monstruosa de los antagonistas.
In Heaven, everything is fine…

La temporada acaba sufriendo los mismos defectos que las anteriores. Por un lado, los seis episodios se hacen demasiado largos para lo que quieren contar, y acaban perdiendo uno y medio con secuencias oníricas donde pretenden lucir no se sabe muy bien el qué, y donde, por lo limitado de los medios, acaba haciendo que este pase de lo interesante a lo cutre. Además de contar con unas protagonistas que, pese a estar correctamente caracterizadas, es difícil empatizar con ellas, acabando por llevarse las simpatías de la trama los secundarios.

Lo que empezó con una premisa muy pensada para poder sacar adelante una serie de terror sin demasiadas dificultades ha conseguido no solo sacar tres temporadas, sino que la última haya sido de lejos la mejor de todas. Aunque para esto tuvieran que separarse casi por completo de la historia original. Por lo menos, una cuarta temporada está asegurada.

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