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jueves, 9 de julio de 2015

La puerta oscura. Los cementerios, el purgatorio y los vampiros de David Lozano




Con el verano, además de empezar una ola de calor de las de bajar las persianas hasta la noche, y tener bastantes posibilidades de encontrarse a una gata siesteando en la pileta del baño, vuelve un cambio en las lecturas: las más asequibles y poco complicadas acaban ganando terreno. En este caso, tanto las que cuenten con una portada llamativa y las que tengan la etiqueta “jóvenes adultos”. Y es precisamente el primer caso el que hizo que, hace tiempo, me fijara en una trilogía que hace unos años vi en muchos escaparates.




La portada de La puerta oscura, decorada con un montón de esqueletos similares a grabados medievales, es de esos casos en los que una cubierta hace referencia, de una forma más sutil que una ilustración específica, a la historia: en ella, Pascal, un joven bastante apocado, descubre en un antiguo caserón una puerta al mundo de los muertos. Puerta que solo se abre cada cien años y que otorga el título de Viajero a aquellos que la franquean. Pero este mundo, que es una versión más oscura del París donde transcurre la historia, no está exento de peligros: solo los cementerios, una especie de limbo donde habitan los fallecidos, son seguros. El resto del lugar está poblado por todo tipo de criaturas maléficas, una de las cuales, consigue escapar en el momento en que el nuevo Viajero cruza la puerta. Todo se vuelve bastante complicado a partir de entonces: el ser que ha huido del limbo es un vampiro, a quien deben detener a toda costa. Su amiga Michelle ha sido secuestrada y se encuentra en algún lugar del mundo de los muertos. Además, la primera solicitud de ayuda que recibió por parte de uno de los espectros resultó un completo desastre, por lo que parece bastante difícil que él, aún junto a su amigo Dominique y el apoyo de una médium, puedan conseguir algo tan complicado como acabar con un vampiro y salvar a Michelle.



El libro procura aprovechar un escenario bastante interesante a nivel estético, y que a día de hoy todavía resulta un tanto exótico, por así decirlo: las zonas más antiguas de París, con sus barrios de edificios clásicos y sus cementerios más conocidos. Estos últimos son los que continúan sirviendo como telón de fondo para los capítulos que transcurren en el mundo de los muertos: debido a su tamaño, historia, y lo ostentoso de sus tumbas y mausoleos, son una buena ambientación para un lugar donde los espectros pasan gran parte de su no vida. Como una especie de limbo donde no se hace mención a ninguna creencia específica, limitándose a hablar del “Bien”, y el “Mal”. Que como suele pasar, este último es bastante movidito y no para de enviar vampiros, esqueletos, y bicheríos varios. Es todo lo relativo a los espectros, la realidad alternativa donde estos viven, y la idea de incluir criaturas que viven en él, la parte más interesante de toda la historia. Junto a París, que es una ciudad, al menos a nivel ficticio, cuya arquitectura e historia siempre ha aportado mucha atmósfera. Especialmente para los fanáticos de los folletines e incluso de los comics de Adèle Blanc-Sec.


Teniendo en cuenta el lector al que va dirigido, la historia procura adherirse al máximo a los estereotipos habituales: el protagonista es un chico indeciso que pasa por un mal momento tras confesarle a sus sentimientos a la chica que le gusta. Pero es gracias a ese título de “elegido”, que le cae un poco por casualidad, por lo que empezará un viaje iniciático en forma de rescate que le aporta sabiduría, dudas y elementos similares. No queda muy claro, en todo caso, por qué de vez en cuando el texto se refiere a él como “el joven español”, cuando en realidad este es un detalle que ni es relevante respecto a su forma de ser, ni aporta nada en concreto a la historia. Quizá sea uno de esos casos en los que, pese a recurrir a una ambientación un poco lejana, se intenta que el lector tenga un punto de identificación con él.  Su mejor amigo es, en general, un secundario gracioso, al que intentan aportarle algo más de trasfondo y carácter. Pero el resto de los personajes de su entorno que tienen algún peso son bastante neutros: no importa mucho que se los caracterice como góticos o deportistas, porque su forma de actuar es bastante neutra y se limitan a aportar a la trama las acciones necesarias para ponerla en marcha, sin que haya un solo detalle ni diálogo que los individualice más allá de este punto. En realidad, los que salen mejor parados son el grupo de adultos, formado por la médium, un forense con giro sorpresa incluido y una detective. Al menos esta última cuenta con una caracterización un poco más amplia, unos cuantos detalles y defectos que la sacan del cajón de secundario estándar y la hacen algo más amena. No hay muchos más, porque las figuras familiares son practicamente inexistentes, además de un tanto negligentes: o bien están oportunamente de viaje, en otra ciudad, o  los protagonistas los van despistando a base de excusas sobre hacer trabajos de clase.

El caso más grave en lo relativo a los protagonistas es el de Michelle, el interés romántico del protagonista. Además de pasar tres cuartos del libro secuestrada, resulta bastante irritante: todos sus dramas y problemas se reducen a sus sentimientos hacia él, cosa que en algunos momentos resulta bastante inoportuno. Este es el primer personaje que he visto capaz de mantener un monólogo interior que puede resumirse como “no se si me gusta o si solo es como amigo” cuando se encuentra atada y rodeada de esqueletos con mortaja camino de ser una víctima sacrificial. Es como si el protagonista de la sombra sobre Innsmouth empezara a pensar en que no ha puesto la lavadora, o si le ha cambiado la arena al gato, cuando está siendo perseguido por un pueblo de híbridos entre humano y criatura marina.

A grandes rasgos, el punto de partida es un poco tópico, pero el escenario podría funcionar y tiene puntos interesantes. El mayor problema de este es su extensión: se trata de una de esas historias de una ida y de una vuelta, pero que han alargado demasiado en cierto punto. Teniendo en cuenta que se trabajan con una trama policial y otra de fantasía oscura que acaban convergiendo, esta última comienza a extenderse de forma innecesaria, volviendo todo lo relativo al viaje imposiblemente peligroso, inacabable y añadiendo una serie de escenarios a mayores que el protagonista tiene que superar como si fuera la pantalla de un videojuego. Y que precisamente, la forma de pasar de uno a otro recuerda demasiado a estos.

Además de su extensión, La puerta oscura no termina como tal, sino que es parte de una trilogía, que ya se anuncia con un final abierto en el que, con motivo del viaje que narra el libro, otra criatura poco simpática consigue escapar. Probablemente, con unas intenciones igual de malas que las del vampiro que aparece en El viajero. Pero eso es algo de lo que se ocupa el siguiente tomo. Tomo que en realidad no tengo muchas ganas de leer por el momento: esta primera parte se cierra al menos lo bastante como para que los personajes puedan descansar algo, y lo cierto es que gran parte de estos no me han resultado muy simpáticos. A su favor, esta trilogía parece ser de esas que mejoran una vez han arrancado. Pero para eso, quizá sería conveniente pulir un poco más a sus secundarios y quizá plantear unos obstáculos que hicieran una narración algo menos extensa.


Como curiosidad, los derechos del libro han sido comprados para una película…que espero por el bien de todos que no sea protagonizada por el tipo de actor adolescente que pululaba por las series españolas. Quizá en una versión visual, y con un guión más dinámico, algunos de sus detalles funcionen mejor.


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