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jueves, 5 de diciembre de 2013

Las increíbles aventuras de H. P. Lovecraft III. H. P. L. en los comics


 
 
Los homenajes a la figura de Lovecraft no se quedó unicamente en la literatura. Los Mitos de Cthulhu han aparecido en las viñetas en muchas ocasiones, desde las versiones de relatos que hizo Alberto Breccia, muy clásicas y destacables por su estilo de dibujo, hasta otras de Alan Moore que…bueno, es Alan Moore con todo lo que ello implica. Por eso su autor no podía faltar, y menos en un medio que da para narrar historias de una forma distinta a la que permitiría una novela, y quizá por eso es por donde se pueden encontrar las más peculiares, o incluso las que derivan hacia la fantasía y el humor.

 


Hans Rodionoff, Keith Giffen y Enrique Breccia. Lovecraft. Esta narración es de las más parecidas a las novelas en las que aparece H. P. L. Se trata de una historia de terror en toda regla, en la que el escritor, aterrorizado por pesadillas bastante reales desde niño, hereda el Necronomicón que se encontraba en la biblioteca de su abuelo. Este libro parece estar muy relacionado con su familia y con la muerte de su padre en un manicomio. Y sus pesadillas no se quedan en simples malos sueños, sino que parecen ser la habilidad de moverse entre distintos mundos.  A lo largo de su vida como escritor, el libro seguirá presente hasta que no le quede más remedio que atravesar una vez más ese mundo poblado por monstruos si quiere salvarse.  Si Alberto Breccia es uno de los nombres más conocidos a la hora de adaptar los Mitos al comic, a su hijo hay que reconocerle que no tiene nada que envidiar.  Quizá no sea coincidencia que uno de sus trabajos esté relacionado con H. P. Lovecraft, pero este es excepcional: su forma de dibujo, y el color artesano, le da una textura muy adecuada al cómic, y su forma de dibujar un tanto grotesca no se queda limitada a los monstruos. Breccia no se caracteriza por dibujar personajes especialmente agraciados, y su Lovecraft, sin haber sido un personaje real muy atractivo, es sorprendentemente feo y entrañable a la vez.

 

El guión, tratándose de una historia bastante clásica dentro del tema, es bastante más equilibrado que muchos otros homenajes, al menos, a la hora de hacer aparecer secundarios: sale el círculo más cercano, como podría ser la madre del escritor, sus colegas y Sonia Greene, con la que a estas alturas debe formar la pareja más incómoda de toda la historia de la literatura. Pero, por el carácter un poco más intimista de la historia, el resto de cameos se ven reducidos al mínimo, exceptuando uno de Houdini que tampoco sé muy bien que pinta, quedándose con una historia de terror lovecraftiana como pocas.

 


José Oliver y Bartolo Torres. El joven Lovecraft. Nacido como un webcomic, las tiras de estos dos autores cuentan de una forma humorística cómo sería la infancia de H. P. L…si muchas de sus invenciones fueran ciertas. Así, el pequeño Howard no duda en invocar al Necronomicon para deshacerse de un matón del colegio, visita la tumba de Edgar Allan Poe montado en un Byakhee o es perseguido por un perro de Tindalos.

 
Esta visión de Lovecraft es bastante libre, e influenciada en algunos detalles por los estereotipos de la literatura infantil: Howard es un niño huérfano que vive con sus tías, que nunca aparecen en la viñeta (aunque otros adultos sí), es bastante patoso con las chicas, y a Siouxie, la nueva niña del colegio, le cuesta bastante hacerse amigo suyo pese a tener sus mismas aficiones. Es algo normal teniendo en cuenta que la idea era contar las aventuras de Lovecraf si este fuera un personaje infantil, aunque pensado para el sentido del humor de los adultos. La versión de muchos personajes, y el diseño de este, es bastante libre e influenciado por elementos de la cultura popular, que aparecen en la mayoría de viñetas: si los perros de Tíndalos son literalmente Perros, el diseño y comportamiento de uno de los monstruos es bastante similar al de un Pokemon, cosa que encuentro bastante graciosa por la mezcla imposible de épocas y referencias. De estas, las hay a montones, que pueden ir desde la música a la literatura, y solo hay que pensar en el nombre de su amiga, en la trama en la que Lovecraft fabrica un golem…o el cameo del Rey de los Goblins Jareth en un dibujo de Escher.

El guión fue mejorando a medida que los autores se iban aclarando en lo que querían contar, especialmente en el tema del humor, un tanto chusco al principio. Y según el personaje iba tomando fama, hasta poder ser publicado en papel, las tramas de cada tira fueron haciéndose más complejas e incluyendo historias más largas que la que anunciaban las primeras.

 


Estas versiones no son algo reciente: aunque se base más en Alberto Breccia, a mediados de los ochenta Brocal y Segura hicieron un comic titulado El otro necronomicón, partiendo de un supuesto manuscrito de relatos atribuido a H. P. Lovecraft, del que adaptan varias de sus historias. En ellas, solo una aparece Lovecraft como protagonista, muy en plan detective, pero el resto es interesante, tanto por el dibujo, como por un par de personajes que crean, y sobre todo, por el humor negrísimo a la hora de narrar la historia que concierte a sus autores. El mayor defecto seguramente sea la época en la que se escribió: como buen comic de Tountain, no pueden faltar la correspondiente cantidad de macizas (no hay una sola chica fea. Ni plana) y unas cuantas teticas para animar alguna que otra viñeta. Pero son cosas de la época, y este Otro Necronomicón, es al menos, una curiosidad interesante.
 
 
 

2 comentarios:

satrian dijo...

El primero si lo conocía y me gusta bastante, los otros dos no, me los apunto.

Renaissance dijo...

El último todavía está disponible en algún sitio de saldo, y el Joven Lovecraft se puede ir leyendo por Internet.

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