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lunes, 12 de agosto de 2013

Under the Bed (2012). Terrores infantiles y un monstruo fallido

 


No es muy difícil que un niño se asuste. Solo hace falta un pasillo sin luz o algún ruido nocturno para que un armario o el hueco de la cama se convierta en la morada perfecta para todo tipo de monstruos dispuestos a agarrar tobillos y…bueno, creo que nadie llegó a saber lo que podía pasar con todas esas cosas que nos asustaban. Después uno se hace mayor, y tras empezar a preocuparse de otros miedos (o en el peor de los casos, plantearse que si realmente hay algo viviendo debajo de la cama, ya podía notarse y ocuparse de limpiar un poco el suelo), los anteriores se ven con algo parecido a la nostalgia, o al menos, a la fascinación por lo básico y abstracto de esto. Muchas películas, sobre todo en los ochenta, se acercaron a este tema, con mayor o menor tendencia al género terrorífico, o incluso al humor. Pero han pasado varios años hasta que se volviera a filmar alguna que realmente explotara el tema y se centrara en los verdaderos protagonistas de este, que serían los niños.



¿Dónde viven los monstruos de las camas-canapé?

Under the Bed comienza con el regreso, un tanto incómodo, de un chaval a la casa con su hermano menor, su padre y la nueva esposa de este. Durante el viaje, y la fiesta de vuelta, no se sabe mucho de lo que ha pasado salvo por las referencias de algún niño malintencionado a un incendio, y la tensión que el cabeza de familia y su mujer parece estar viviendo con la vuelta y la actitud huraña del protagonista. Esa misma noche los temores de este último, y de su hermano, se hacen realidad, con los gruñidos poco discretos que provienen debajo de la cama. Y es que, por desgracia para ellos, el célebre monstruo que todos los niños temen es real, y está dispuesto a cenarse al protagonista, aunque eso implique salir de su mobiliario habitual. Tras estudiarlo lo suficiente, los personajes concluyen que no tienen más remedio que acabar con el monstruo, aunque esto suponga enfrentarse a la incredulidad, y al carácter cada vez más estresado, de sus padres.



A la hora de desarrollar la parte más realista de la historia, que es la vuelta de su protagonista y su pasado conflictivo, el guión responde más que bien: los personajes hablan de todo lo que pasó mediante alusiones, hasta el momento en que estos deben enfrentar su problema, y no recurren a la típica secuencia de explicación para que al espectador le quede claro y masticado lo que ha sucedido. Además la actitud de estos es bastante lógica, incluso la de personajes tan secundarios como los vecinos, que va desde el actuar como si no hubiera pasado nada, hasta comportarse de una forma más cruel en el caso de los niños, que no dudan en tratar de loco al protagonista. Incluso durante la primera parte llega a sospecharse sobre la salud mental de este y si la historia del monstruo no estaría unicamente en su cabeza. El reparto ayuda bastante a esta ambientación, con un aspecto normal, tirando a vulgar o feucho en algunos casos, y en el que los personajes principales tienen el aspecto cansado que se esperaría de alguien con falta de sueño continuada.



La trama fantástica, en cambio, es la que más flojea. Si se trabaja con una historia sobre terrores infantiles, el uso de la imaginación, y el no revelar nada de forma (o en su defecto, diseñar algo realmente creativo e inquietante) es lo principal para poder crear atmósfera, y aquí se lo saltan a la torera: el monstruo aparece con la misma sutileza que un elefante en una cacharrería: los muebles tiemblan, las estanterías se caen, y hace el suficiente escándalo como para que los adultos tuvieran que levantarse, cosa que no pasa. Además, aún con las teorías de los protagonistas sobre la insistencia del monstruo en perseguirlas, que podrían ser tan descabelladas o posibles como cualquier otra, todo lo que lo rodea tiene un aspecto un tanto cutre y poco cuidado, como si los guionistas necesitaran incluir un monstruo por contrato y no se preocuparan porque este fuera realmente amenazante o que tuviera lógica dentro del universo de la película.



El final no hace otra cosa que confirmar el carácter forzado de ese monstruo debajo de la cama, cuando deciden saltarse por completo cualquier amago de discreción y lo hacen salir por ahí, matar unos cuantos extras y pelearse finalmente con el protagonista como podría pasar en cualquier otra película de bicho. Con un par de aciertos, y demasiados fallos en contra, ni se queda como referente para el género de terror infantil, y ni siquiera llega a serie B entretenida. Además, como víctima en tiempos de una imaginación un tanto desbocada, me ha llegado al alma que no hagan mención al mayor enemigo de los monstruos que viven en las habitaciones de los niños: taparse la cabeza con la manta.

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